1kg de coltán. De la época dorada al embargo y la validación
Carme Altayó
Masisi, Congo
A Goma, la capital administrativa de la provincia de Norte Kivu, hemos hecho las visitas de rigor a todas las estructuras y agentes implicados en el proceso de certificación y trazabilidad (evidentemente cada una de estas instituciones ha dejado su traza en mi carta de misión).Ha llegado el momento de cambiar la roca volcánica de Goma por la arcilla rojiza de Masisi.
Emprendemos el viaje hacia este territorio donde se encuentran 17 de las 30 minas validadas desde mayo de 2014 (se denominan sites minièresen una área determinada en la cual hay diferentes pozos), entre ellas la famosa de Bibatama a Rubaya (la que no nos han dejado visitar).
Nosotros vamos hacia Ngungu donde gracias al SI de otro señor de la guerra¨, el presidente de COOPERAMMA, Coopérative des Artesanos Miniers de Masisi, que controla prácticamente todo el territorio, podremos visitar algunas minas. Esto si, a Xtisa, un joven muy plantado, agente de esta llamada cooperativa de mineros, nos acompañará durante este dos días de viaje como nuestra sombra; cualquier pregunta a mineros, propietarios de las tierras, mujeres… se hará bajo su inevitable supervisión.
Aun así, también acompañará el entrañable Celestin Madica, un agente de SAKIMA que, como nuestro viejo Kisonya, representa el pasado colonial de este país. Celestin hace años que trabaja en la zona, pero como nosotros no habla kinyarwanda y se convierte en nuestro aliado en esta etapa del viaje. Su complicidad nos permitirá llegar a Birambo, una mina en proceso de validación de donde se extrae coltán negro de gran calidad.
Al salir de la ciudad nos cruzamos con un jeep de un «MONUSCO”… esta será una de las pocas trazas que encontraremos de la presencia de efectivos armados a la zona.
Al llegar a Ngungu, el primer encuentro evidentemente es con las autoridades locales. El comandante de la policía Nacional, Ibrahim Itula, con un total de 300 efectivos, trabaja en coordinación con la policía de minas, creada a partir de la implementación del proceso de certificación. En un tono distendido nos comenta que, aunque no puede decir que han acabado con los grupos armados porque hay algunos ataques esporádicos de algún grupo de Nunca Nunca (milicias que cogen el nombre de su líder), podemos estar tranquilas porque los llamados FARDC (Forces Armées de la République Démocratique du Congo) no están en la región.
Tranquilas, pues, en cuanto a la seguridad local, iniciamos las gestiones para llegar a Birambo. Tenemos que hacer una parte del trayecto en moto y otra a pie, unas seis horas de viaje, ir y volver.
– «50 $, mama», dice el motard rodeado de toda la quitxalla, hombres y mujeres del pueblo.
– «Hapana!», le respondo.
Silencio, sorprendida, miradas y comentarios entre el público asistente… la muzungu (la blanca) habla kiswahili.
-«»10 $ ao tunaenda na migulu (o nos vamos a pie)» sigo diciendo.
Empezamos a andar. Sólo hemos hecho unos pocos metros cuando llegan dos motards. Sólo dos han aceptado nuestra propuesta, parece que el camino es complicado; olmo seis; nos tocará ir de tres en tres.
Final de trayecto; la belleza de las montañas de Masisi se despliega ante nuestro, tenemos que seguir a pie hacia el valle.
Un niño con los ojos todavía legañosos que se asusta a nuestro paso; un viejo con el bastón en la mano y la manta a los hombros que pregunta en kinyarwanda quién somos y que hacemos por sus tierras; una mujer cargada con un saco de patatas y un fardo de leña a las espaldas, y con el niño al pecho, levanta la cabeza para responder a nuestro saludo… disfrutamos del momento y de las sensaciones.
Llegamos a nuestro hito, los mineros (a partir de ahora “cresseurs”), nos están esperando expectantes. Ya sabían de nuestra llegada gracias a la tecnología, a este coltán que ellos extraen, y nosotros transformamos. En Xtisa los ha hecho un truco: no hay agua, ni hay luz, no hay servicios sanitarios… pero hay cobertura.
El relevo de la montaña habla, hace muchos años que los autóctonos y los foráneos extraen su riqueza. Mangahiko, el propietario del terreno, que se lleva un porcentaje de la producción, nos lo confirma:
-“En la época dorada, entre 2000 y 2003, cuando el coltán se pagaba a 100 $ el kg y la sociedad SMB tenía el control, se extraían toneladas de mineral cada semana, pero todo ha cambiado, «la rebelión», “el embargo”… dejamos de trabajar, y ahora que han recomenzado con SAKIMA y con el tema de las minas validadas el precio es mucho más bajo: 1 kg de coltán por 25 $ (el mismo que por un saco de 120 kg de patatas), y además los negociantes no tienen cash y a veces se lo llevan sin pagar”.
Todos se exclaman del mismo: el precio y la carencia de mercado, pero la extracción de coltán continúa; vemos como las paladas salen del fondo del pozo, en cadena, los hombres hacen y deshacen montañas de arena finos llega a la superficie; allá, la fuerza del agua y el movimiento compasado de las manos del joven Mahetene nos dejan entrever el negro color del apreciado mineral.